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Sin duda, una de las certezas que nos trajo el complejo año 2020 ha sido la constatación de la eficacia del teletrabajo. Pocos eran los que pensaban hace un año que esta herramienta era capaz de evitar un colapso total de la economía. Sin estar totalmente implantado en la mayoría de empresas, el trabajo en remoto tuvo que ponerse en marcha a toda velocidad, y a pesar de ello, los resultados han sido satisfactorios. Pero tras doce meses en funcionamiento, es normal plantearse una serie de dudas: ¿Es tan eficaz como el trabajo presencial? ¿Qué riesgos entraña? ¿Ha venido para quedarse?

Es importante destacar que la implantación del teletrabajo era un proceso que ya estaba en marcha antes de la irrupción de la pandemia. La crisis sanitaria no ha hecho más que acelerar este proceso y las empresas que lo tenían avanzado han sido las que mejor se han adaptado a este nuevo escenario.

Dicho proceso de implantación del teletrabajo en los tiempos previos al covid estaba impulsado en gran medida por la exigencia de los propios trabajadores. Los informes de Employer Branding de Randstad, que estudian qué buscan los profesionales en las empresas a la hora de trabajar, llevan años señalando que, más allá del salario, los trabajadores demandan flexibilidad y conciliación entre la vida laboral y familiar, algo que, en gran medida, ha satisfecho el teletrabajo.

La oposición que podría existir al teletrabajo se ha disipado en gran parte gracias a la eficacia demostrada del trabajo en remoto. Sin esta herramienta, muchas empresas no hubieran podido facturar un solo euro, en especial en los momentos del confinamiento más duro.

Además, el teletrabajo ha traído consigo la confianza en las posibilidades de la tecnología aplicadas al negocio, siendo un primer paso para apostar por herramientas relacionadas con el comercio electrónico, fundamental para adaptarse a las tendencias actuales de consumo, o las redes sociales, también muy importantes para comunicarse con los clientes.

El teletrabajo también conlleva la puesta en valor de una serie de habilidades y competencias muy relacionadas que esta manera de trabajar. Así, se requerirá que los profesionales sean autónomos, trabajen por objetivos y se desenvuelvan bien en equipos y en ambientes de trabajo colaborativos. Por su parte, los líderes tendrán que incrementar la confianza y la empatía con respecto a sus equipos, ya que serán cada vez más independientes.

1,1 millones de profesionales han dejado de teletrabajar

A pesar de todo ello, el último estudio de Randstad sobre la evolución del trabajo en remoto alerta que, en cuanto las restricciones lo permitieron, muchas empresas descartaron el teletrabajo. Así, el año 2020 terminó con 1,9 millones de ocupados trabajando en remoto, un 36,2% menos que los tres millones que lo hacían durante el segundo trimestre, lo que significa que 1,1 millones de profesionales han dejado de teletrabajar desde el final de la primera ola.

De hecho, solo uno de cada diez ocupados realiza actualmente su trabajo en remoto, aunque los profesionales que teletrabajaron el año pasado doblan a los que lo hicieron en 2019.

Es complicado sacar conclusiones sobre la evolución del trabajo en remoto en un año tan complejo como 2020, marcado por la adopción de restricciones. Pero los expertos indican que nos encaminamos inexorablemente a un modelo mixto, en el que el teletrabajo se combine con el desempeño presencial, siempre dependiendo de las características del puesto y de las necesidades del profesional. Lo cierto es que la aplicación de la tecnología en el ámbito laboral siempre supone consecuencias positivas, tanto para el empleado como para el empleador.