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Las personas componen el centro de los valores y principios que promueve la filosofía Agile, una revolucionaria cultura laboral que transformó en su origen el desarrollo de software y que actualmente conquista a toda clase de organizaciones. El valor humano es el pilar que sostiene las metodologías de trabajo fundamentadas en el pensamiento ágil, el eje de toda su estructura.

El talento Agile no solamente se compone de perfiles profesionales con una capacitación específica en Scrum y otros métodos ágiles. Son personas que reúnen una serie de soft skills que se inscriben por completo en esta nueva forma de pensar, más flexible, más eficiente y, sobre todo, más humana.

 

Relevancia del factor humano en la filosofía Agile

Tal y como cita el primer valor del manifiesto Agile, las personas y sus interacciones son la base y la guía que fundamenta el proceso. Desarrolladores, líderes y clientes viajan de la mano, se retroalimentan y construyen juntos cada proyecto. Agile eleva el concepto de “equipo” a su máxima expresión, tal y como incide Natividad Vilela, Agile Delivery Manager en Randstad España: “al trabajar juntos para resolver problemas, se fortalecen los vínculos y se construyen equipos mejores y más resistentes, preparados para afrontar cualquier desafío”. En un entorno en el que el talento de todos los niveles tiene la autonomía y la capacidad opinativa y decisiva que promueve la filosofía Agile, los niveles de satisfacción se incrementan, la motivación permanece viva.

No es de extrañar que, dadas estas cualidades, los principios de la filosofía Agile no solamente hayan conquistado los procesos productivos de las organizaciones, sino también la propia gestión de los Recursos Humanos. Partiendo de esa máxima que sitúa el talento en el epicentro de los procesos, los departamentos de RRHH que se decantan por principios ágiles se caracterizan por tratarse de entornos colaborativos y con un marcado carácter humanista. Practican el llamado Agile recruiting. De hecho, deconstruyen el significado literal del concepto “recursos humanos”, porque las personas dejan de ser “recursos” para convertirse en auténticos valores. La gestión del talento se convierte en un proceso mucho más comunicativo, flexible y eficiente, lo que propicia una mayor calidad en la negociación de las contrataciones.

 

Cualidades del talento Agile

El mejor talento Agile no solamente se caracteriza por poseer unas aptitudes y una mentalidad completamente ajustadas a los principios ágiles. Son las cualidades inherentes a su personalidad, sus soft skills, las que realmente miden su valor. El profesional ágil se caracteriza por contar con tres tipos de inteligencias:

  • Inteligencia de negocio: el talento Agile demuestra una alta orientación a la calidad en los resultados, a producir valor. Es proactivo y su pasión se refleja en su trabajo, su capacidad de análisis y su interés por el usuario o cliente final. Persigue la calidad técnica y la optimización de los costes y esfuerzos.
  • Inteligencia emocional: la comunicación es clave en las prácticas ágiles, por lo que la capacidad para trabajar con un equipo es fundamental. Es imprescindible hacer gala de una gran transparencia, así como ser una persona colaborativa que ejerce una labor de escucha activa y no trata de imponer sus decisiones. La empatía, la honestidad, el respeto y la confianza son claves en un entorno Agile.
  • Inteligencia Vital: las metodologías basadas en la filosofía Agile persiguen una constante mejora, pero no solamente del producto o servicio. El profesional Agile es una persona dinámica que busca un crecimiento personal y profesional. Su mayor crítico es él mismo, no busca culpables ni rehúye de los problemas, asume sus responsabilidades y se retroalimenta de las virtudes de su equipo. La creatividad, la intuición, la humildad y una cierta dosis de inconformismo caracterizan al profesional Agile.

 

Principales roles Agile

De las metodologías basadas en los principios Agile, Scrum es, sin duda, la más representativa por excelencia. De ella nacieron cuatro roles básicos:

  • Product Owner: es el cliente o el representante que actúa en su nombre. En un método de trabajo ágil adquiere una relevancia fundamental porque se ubica en el centro del proyecto y tiene la última palabra. Son sus ideas las que delimitan las características funcionales del proyecto o servicio, el proyecto al que deberá amoldarse el producto final. La flexibilidad de la que hacen gala los métodos de trabajo fundamentados en Agile tiene su origen en las opiniones del cliente, que revisa el producto al finalizar cada Sprint y sugiere los cambios y adaptaciones que crea necesarios para aproximarlo a sus intereses y objetivos.
  • Scrum Máster: no solamente es el líder del proyecto, sino el nexo entre el equipo y el cliente, la figura que se ocupa de la gestión de las acciones y los caminos que tomará cada fase del proyecto. Tiene una amplia capacidad de motivación, al tiempo que incentiva la autogestión de sus colaboradores. A pesar del poder de decisión con el que cuenta el Product Owner, el Scrum Máster tiene la potestad de negociar con él para asegurar que sus expectativas y las posibilidades técnicas pueden efectivamente alinearse. Los conocimientos del Scrum Máster permiten aportar no solamente una dosis de realidad a los deseos del Product Owner, sino también abordar todas las posibilidades que se abran durante el desarrollo del proyecto que no se le hayan ocurrido al cliente.
  • Scrum Team: es el equipo técnico de desarrollo del proyecto en el que se inscriben todos los profesionales implicados en su materialización. Todos ellos tienen voz sobre el proyecto y la capacidad de valorar su evolución para proponer posibles mejoras o cambios. Desde programadores hasta personal de servicio, todos los perfiles profesionales quedan adscritos a este rol.

 

Cómo trabaja un equipo Agile

Las metodologías basadas en Agile se caracterizan por la sustitución del clásico plazo de entrega único del proyecto final por un sistema de entregas parciales de plazos mucho más breves. Son los denominados sprints, el eje sobre el que se construye toda la metodología Scrum.

Cada sprint tiene una duración inferior a un mes y sus fases quedan acotadas a cuatro reuniones fundamentales:

  • Planificación: el trabajo que se va a desarrollar durante el sprint queda acordado y organizado en las reuniones de planificación, en las que interviene todo el equipo scrum. Tienen lugar antes del comienzo de cada sprint y su duración es variable, puede llegar a extenderse hasta las ocho horas de duración para dar cabida a todas las opiniones y líneas de actuación. En ella quedan definidos los objetivos y los pasos que permitirán alcanzarlos.
  • Scrum diario: para mantener las líneas de actuación establecidas en la planificación, cada jornada comienza con una breve reunión de menos de 30 minutos en la que se evalúa el progreso de la jornada previa y se sincronizan las actuaciones inmediatamente posteriores. Es un elemento clave para permitir que fluya la comunicación entre el equipo y el Scrum Máster, para hacer frente a los posibles obstáculos y favorecer la toma de decisiones.
  • Revisión: finalizado el sprint, se lleva a cabo una reunión en la que todas las personas implicadas en el proyecto evalúan los resultados obtenidos en base a los objetivos marcados. No solamente se valoran las posibles modificaciones que haya que acometer durante los próximos sprints a causa de los resultados obtenidos, sino también por los posibles cambios que surjan en el mercado en el que se inscriba el producto. El objetivo de la revisión es aprovechar las nuevas oportunidades, además de garantizar que todo avanza según las expectativas del Product Owner.
  • Retrospectiva: la autocrítica es una virtud inherente al espíritu Agile, por lo que la retrospectiva se erige como una reunión con un carácter similar al de la mencionada Revisión, pero con un fundamento mucho más humano. Se evalúa el desempeño de las personas durante el sprint, las relaciones, los procesos y las herramientas, con el objetivo de identificar puntos fuertes y áreas de mejora, siempre con el objetivo de mejorar y hacer crecer el proyecto.

El espíritu de las metodologías basadas en la filosofía Agile es el de apostar por la mejora, la evolución y el crecimiento, siempre de la mano de los mejores profesionales. Las personas son el motor que impulsa la cultura Agile, el centro, inicio y final de cada proyecto que se desarrolla bajo sus premisas. El talento Agile no solamente es profesional, competente, creativo y resolutivo. Es dinámico, valiente y decidido porque de su criterio y opinión nace la flexibilidad y capacidad de adaptación, la calidad en los resultados, y, en definitiva, la satisfacción del cliente.

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