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qué es el design thinking

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Hablar de innovación, sobre todo en el mundo del diseño, es hacerlo de Design Thinking, un modo disruptivo de afrontar los procesos creativos que viene con el aval del éxito en lugares tan pioneros como Silicon Valley.

De hecho, su origen se sitúa en los años ochenta en el entorno de Apple, empresa pionera en el diseño y fabricación de ordenadores y accesorios como el ratón o mouse que hoy usamos a diario sin preguntarnos de dónde viene. El mouse de Apple, entonces más conocido como MacIntosh, fue una de las primeras criaturas surgidas mediante procesos de Design Thinking.

Pero ¿qué es el Design Thinking?

En pocas palabras, se trata de una metodología de trabajo que ofrece enfoques nuevos a la hora de enfrentarse a problemas y retos creativos por difíciles que sean. Para ello, buscan un análisis de cada situación más complejo, abierto, exhaustivo y desde distintos enfoques para lograr dar con la mejor solución.

En principio, se aplicó sobre todo al diseño de productos aunque, gracias a los buenos resultados logrados, el Design Thinking se emplea también para diseñar servicios, experiencias de usuario, desarrollo de programas informáticos y, desde el ‘boom’ de los smartphones, también apps.

A través de un enfoque que consta de diversas fases que no dejan cabo suelto, se persigue no solo la excelencia en la creación sino cubrir y detectar cualquier fallo o debilidad en el producto. El objetivo final es conseguir la mayor satisfacción en los clientes, por una cuestión de calidad y prestigio para la marca que finalmente se traduce también en un aumento de ventas e ingresos.

Fases del Design Thinking

Esta metodología se centra en el usuario y, como dice el epígrafe, consta de varias etapas. Si te preguntas cuáles son las 5 fases del Design Thinking ¡sigue leyendo! A continuación las compartimos contigo:

1.   Buscar la empatía

Pensar en el otro, entender al otro, en este caso, como el usuario, término que se prefiere, en Design Thinking, al de cliente final. Anteponerse a sus necesidades, a los problemas que puedan surgir, sentir realmente la experiencia que se va a ofrecer y ponerse en su piel, no tanto desde el ego o vanidad del creador, para desarrollar el producto que mejor se adapte a cada perfil.

2.   Definir objetivos

La empatía no serviría de nada si no está claro a quién nos dirigimos y para qué. Qué se espera del producto en concreto, qué productos similares existen en la competencia y qué podemos aportar que resulte diferencial.

3.   Brainstorming

O lluvia de ideas. Con un trabajo en equipo coordinado, fluido y consciente de los distintos perfiles y aptitudes de los distintos miembros del equipo, avanzar hacia la creación de ideas novedosas para ir un paso más allá en el desarrollo de ese producto o experiencia de usuario. Para ello, es fundamental las sinergias entre todas las áreas de las empresa, no solo la creativa o de I+D, sino también la de tecnología y marketing.

4.   Propuesta de prototipos

El Design Thinking aboga por unos procesos de desarrollo concienzudos, supervisados en todas las áreas y desde todos los puntos de vista, que conllevan la creación de distintos prototipos antes de lanzar el producto final. Esto permite comprobar si se han cumplido los objetivos trazados con anterioridad y si se generan fallos que puedan ser subsanados en versiones más avanzadas.

5.   Pruebas

A partir del punto anterior, donde ya se ha dado con un prototipo estable, se procede a la fase de pruebas y correspondientes encuestas a través de distintos focus groups y demás procedimientos para obtener feedback directo de los potenciales usuarios y, en caso de que sea necesario, poder implementar los cambios que corresponda.

Para qué sirve el Design Thinking

Llegados a este punto, es más fácil hacerse una idea de cómo funciona la metodología Design Thinking, pero ¿para qué sirve realmente? ¿Cómo se aplica a los distintos productos?

Partiendo de las cinco fases o etapas del pensamiento de diseño, que es como se conoce también en español, esta metodología va encaminada a lograr productos más perfectos. Dice el refrán que la perfección es enemiga de lo bueno, en el sentido de que cierto perfeccionismo puede resultar paralizante, pero la filosofía Design Thinking se atreve a contravenir esa tendencia.

Como ya hemos visto al principio del artículo, las técnicas del pensamiento de diseño pueden servir para crear un producto más o menos complejo de reciente creación (desde una maleta con ruedas, invento no tan antiguo como pensamos, a una air-fryer) pero también para dar forma a proyectos de distinta índole. Por ejemplo, para desarrollar métodos de trabajo internos, planes de carrera de una organización o pensar en nuevas start-ups que aborden áreas de negocio o de acción social nunca antes transitadas.

¿En qué beneficia esta metodología a tu empresa?  

Aunque algunos detractores del Design Thinking consideren que es una metodología que exige demasiado tiempo y recursos, ya es una realidad que esta inversión se traduce en resultados positivos y, además, rentables.

Al definir las oportunidades del producto y servicio y testear casi ad infinitum sus debilidades y fortalezas, al desarrollar prototipos con las menores fallas posibles y de un nivel de respuesta y garantías lo más alto posible. Esto se traduce en una buena aceptación por parte del usuario final, sobre todo si la relación calidad-precio es favorable (o incluso en elevados precios: hay calidades tan logradas que el público está dispuesto a realizar la inversión, también por el prestigio agregado que algunos productos y servicios generan). Esta buena acogida por parte de los destinatarios, se transforma también en una comunicación boca a boca de lo más efectiva y transmisible, lo que en muchas ocasiones puede ser más rentable y eficaz que la más ambiciosa de las campañas publicitarias.

Lo barato sale caro, se dice también… Por eso, dedicar esfuerzo a la fase de creación de un producto, su testeo, las primeras reacciones de los potenciales usuarios y repetir ese proceso hasta alcanzar el grado más sofisticado y logrado que se puede exigir a un producto, servicio o, como hemos visto, incluso proyecto, es clave.

Esta metodología se puede aplicar a distintos ámbitos; al de la tecnología, pero también a la banca, la hostelería, los videojuegos, la automoción y un largo etcétera.

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