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Inteligencia emocional

Tiempo de lectura: 5 minutos.

Se habla mucho de la inteligencia artificial, y de su reverso, la inteligencia relacional. Pero ¿y la inteligencia emocional? ¿Qué es exactamente? ¿Cómo se puede aplicar la inteligencia emocional en el trabajo? 

Sabemos de su importancia a la hora de relacionarnos en entornos afectivos, familiares, de trabajo, pero ¿en el seno de la empresa? En este artículo analizamos la importancia de la inteligencia emocional en el trabajo y cómo puede ayudar a crear equipos sólidos y a reforzar el sentimiento de pertenencia

¿Qué es la inteligencia emocional en el trabajo?

Todo lo que tiene que ver con la gestión, identificación y comunicación de emociones en el entorno laboral se puede englobar en el marco de la inteligencia emocional (o IE) en el trabajo. Porque en el contexto profesional, las emociones, reacciones, suspicacias, ambiciones, decepciones, ilusiones, esperanzas, frustraciones, miedos, ansiedades, gratificaciones, satisfacciones y demás emociones dentro del arco de la sensibilidad humana no se quedan fuera. 

Al contrario, de lo que se ocupa la IE en el trabajo es de reconocer tanto las vulnerabilidades como las fortalezas de los distintos miembros del equipo para poder detectar necesidades, puntos de refuerzo, pero también el poder que cada persona atesora y cómo puede redundar en beneficio de la empresa y de la convivencia laboral. 

Elementos de la inteligencia emocional

Uno de los mayores divulgadores de la importancia y el poder de la inteligencia emocional se llama David Goleman, que ha estudiado este fenómeno en libros especializados en el tema, como el titulado, sin más, Inteligencia emocional, que le dio fama mundial en el mismo momento de su publicación (en 1995). 

Entre sus aportaciones, se encuentra una clasificación en cinco elementos para entender mejor esta gestión emocional: 

  1. Autoconciencia emocional. Hacerse uno mismo el diagnóstico sobre qué nos pasa, cómo nos sentimos, cómo reaccionamos… Tomar conciencia de que no somos máquinas (por suerte) y que el entorno nos afecta. 
  2. Autorregulación emocional. Conocer esas emociones es el primer paso para gestionarlas, para no dejar que nos dominen y para lograr canalizarlas en nuestro beneficio.
  3. Motivación. Parte importante de esa autorregulación pasa por no dejarse llevar por el desánimo pasajero y lograr una visión a largo plazo sostenida que se traduce en una motivación más sólida, una resistencia que es consciente de que el camino es largo pero que al final merece la pena. 
  4. Empatía. La capacidad para ponernos en el lugar del otro es fundamental para lograr relaciones equilibradas y que se enriquecen con el tiempo, tanto dentro como fuera del trabajo. 
  5. Habilidades sociales. Dominar nuestras emociones nos permite tener unas mejores habilidades sociales, teniendo en cuenta que esto implica conjugar los anteriores elementos, es decir, autorregularnos emocionalmente para saber llevar una situación complicada, de estrés, de competitividad entre compañeros, así como todo tipo de circunstancias no siempre fáciles de gestionar en el contexto laboral. 

¿Por qué es importante en las empresas? 

Como se ha ido avanzando, los beneficios de la inteligencia emocional en las empresas son positivos de puertas adentro, para desarrollar procesos que se traducen también de puertas afuera. 

Contar con empleados con altos niveles de inteligencia emocional se aprecia en las interacciones (tanto presenciales, ojo, como virtuales, pues la inteligencia emocional es transversal en ese sentido) puede ser clave para la buena marcha de una empresa. Porque permite crear relaciones laborales más fuertes, generar canales de comunicación más ricos, fluidos y eficaces, conocer las necesidades de los empleados y anticiparse a las mismas. 

Una buena inteligencia emocional permite lidiar con las dificultades del día, confrontar los problemas sin perder la calma ni caer en el pánico, así como mitigar las pulsiones negativas o tendencias tóxicas que puedan generarse en situaciones críticas o de estrés. 

Por ello, no solo conviene cultivar la inteligencia emocional en el trabajo para lograr un mejor clima laboral, sino que también afectará positivamente a la productividad. Porque un equipo que se entiende bien, que se comprende, que se ayuda, es, de lejos, mucho más eficaz, dinámico y está motivado que uno que no conoce las virtudes de la inteligencia emocional.  

Liderazgo e inteligencia emocional

Uno de los primeros aspectos que tiene que trabajar un líder para lograr esa autoridad moral que se necesita para dirigir equipos tiene que ver con la inteligencia emocional. De nuevo, los cinco elementos de Goleman son claves para que el líder logre hacerse respetar, ser tenido en cuenta y sus indicaciones seguidas no con docilidad ciega, sino con el interés y la admiración que despiertan aquellos que tienen en cuenta al otro. 

El buen líder huye sin vacilar de la tentación de caer en el “orden y mando”, un modus operandi que puede ser útil en casos de crisis extrema, una situación de fuerza mayor que sucede en contadas ocasiones  en el que no hay tiempo para tomar decisiones consensuadas. Por suerte, la mayoría de las situaciones en el día a día de una empresa no son tan extremas, por lo que el ejercicio de la inteligencia emocional se puede desarrollar sin mayor inconveniente. 

¿Un ejemplo sencillo de aplicación de la inteligencia emocional en la empresa? La escucha, cualidad primera de la empatía. Hablamos de una escucha activa, comprometida, que está abierta también al cambio, a que de esa escucha se pase a decisiones concretas. Por ejemplo, ante la creación de un evento, un líder valorado es aquel que no solo escucha, sino que pregunta a su equipo cómo les gustaría planificar ese evento, qué pueden aportar, cómo les resulta mejor planificarlo y llevarlo a cabo, etc. 

Tener en cuenta a los empleados, de manera individual y personalizada, genera equipos más fuertes y motivados que el líder con experiencia sabrá utilizar en favor de la empresa. Ilustra esta realidad el estudio del psicólogo David McClelland realizó, en 1998, a más de 30 empresas, y cómo aquellas que ponían en práctica la IE tenían una facturación superior en un 20%. Veinticinco años después, hay quien se resiste aún a implementar la IE, un error que puede llevar a consecuencias muy negativas para la empresa. 

¿Cómo trabajar la inteligencia emocional en el trabajo?

Los cincos elementos de Goleman se pueden aplicar en el día a día, sin necesidad de hacerlo de modo sistemático, sino más bien como parte de la cultura de la empresa. No existe un procedimiento rígido y cerrado (sería contrario a la esencia de la inteligencia emocional) para poner en práctica este modo de actuar y trabajar, sino que es algo que debe emanar de los líderes y directivos, para ir calando en el resto de trabajadores. 

Con el tiempo, esta actitud empática se retroalimentará y formará parte de la filosofía empresarial. Por otra parte, nunca está de más realizar seminarios, charlas y debates al respecto, así como recomendar lecturas que traten de reforzar la importancia de una buena inteligencia emocional en el ámbito laboral.